La Casa de la Abuela Boticaria

El mejor calzado para hacer el Camino de Santiago entre julio y septiembre
hace 4 días
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Cuando un peregrino inicia el Camino de Santiago en verano, no hay decisión más importante que el calzado. Por delante esperan muchos kilómetros bajo el sol, con caminos de tierra, tramos urbanos, humedad, sudor y piedras sueltas. Y aunque el corazón tire con fuerza, son los pies los que marcan el ritmo.

Verano: caminar con los pies al límite
La mayoría de los peregrinos no están acostumbrados a caminar entre 20 y 30 kilómetros diarios durante varios días seguidos. El esfuerzo, sumado al calor y al peso de la mochila, convierte cada pisada en una exigencia biomecánica. Los pies se inflaman, sudan más de lo normal, y los pequeños errores (como una costura mal colocada o una plantilla que se mueve) se convierten en heridas abiertas, ampollas o sobrecargas articulares.
Por eso, durante los meses de junio, julio, agosto y septiembre, el calzado debe ofrecer amortiguación, ventilación, ligereza y protección estructural. No hay margen para la improvisación.
¿Qué tipo de calzado es el mejor para el Camino en verano?
🏃♂️ Zapatillas de trail: tus aliadas si buscas ligereza
Cada vez más peregrinos eligen zapatillas de trail running o senderismo bajo. Son ligeras, flexibles y diseñadas para terrenos irregulares. Transpiran muy bien, secan rápido y permiten que el pie se mueva con naturalidad. Para quienes no tienen lesiones ni sobrepeso, son una de las mejores opciones para el tramo estival del Camino.
Su punto débil está en la sujeción: al no proteger el tobillo, pueden quedarse cortas si se lleva mucho peso o si el terreno se complica con barro o piedra suelta.
🥾 Botas de trekking: sí, pero no cualquier bota
Cuando se habla de botas, es importante distinguir entre las de montaña clásica y las de trekking ligero.Las botas de montaña tradicionales —de caña alta, rígidas y pesadas— no son adecuadas para el Camino de Santiago, sobre todo en verano. Están diseñadas para travesías por roca, alta montaña o senderos muy técnicos. En cambio, el Camino (especialmente en rutas como el Portugués o el Francés) transcurre en su mayoría por pistas de tierra compacta, caminos rurales y asfalto, donde ese nivel de protección no solo es innecesario, sino contraproducente.
En su lugar, puedes optar por botas de trekking de caña media, ligeras y transpirables, que ofrecen un poco más de estabilidad sin sacrificar comodidad. Son especialmente recomendables si tienes tendencia a torceduras, sobrepeso, pie plano o molestias articulares.
Evita modelos con membranas impermeables pesadas (como Gore-Tex cerrado), que en verano convierten el pie en un horno. Mejor tejidos que respiren, con suela flexible y amortiguación blanda.
🩴 Sandalias deportivas: un respiro para tus pies
En etapas cortas, tramos urbanos o jornadas de calor extremo, las sandalias de trekking pueden ser un complemento excelente. Permiten que el pie se ventile, reducen la presión y favorecen la recuperación. Las hay con suela gruesa y tiras ajustables que ofrecen bastante estabilidad.
Eso sí: no deben ser tu único calzado. El pie queda expuesto a golpes, rozaduras y a terrenos irregulares. Úsalas para alternar, para caminar por el albergue o como “plan B” en días muy cálidos.
El pie cambia en el Camino (y tu calzado debe saberlo)
Cuando caminamos durante horas, el pie se ensancha. La pisada cambia, el talón golpea más, los dedos buscan espacio. Por eso es clave elegir un calzado con media talla o una talla más, que permita esa expansión sin presión.
Las personas con plantillas ortopédicas, fascitis plantar, juanetes o pie plano deben prestar especial atención al tipo de suela, al espacio interior del zapato y al grado de amortiguación. Las marcas que ofrecen modelos de horma ancha y soporte medio-alto en el arco plantar serán tus aliadas.
Un consejo que vale oro: compra el calzado por la tarde, cuando el pie ya está hinchado, y pruébalo con los calcetines que vas a usar durante el Camino.
El sudor: enemigo silencioso del verano
Uno de los mayores desafíos que afronta cualquier peregrino entre julio y septiembre no son las piedras ni las cuestas: es el sudor del pie. Aunque parezca un detalle menor, caminar con los pies mojados durante horas es una de las principales causas de lesiones, abandono y malestar físico en el Camino.
Cuando el pie suda en exceso —algo habitual con el calor, el esfuerzo y el uso prolongado de calzado cerrado—, se genera un entorno cálido, húmedo y cerrado que favorece el reblandecimiento de la piel. Esa piel blanda es más propensa a sufrir rozaduras, ampollas, descamación y grietas. Además, la humedad constante puede alterar el equilibrio de la flora cutánea, provocando hongos, mal olor o incluso infecciones bacterianas.
Evitarlo no solo es posible: es una rutina que se aprende y se agradece.
Regálales agua a tus pies: un gesto que cambia el día
Si durante la jornada tienes oportunidad de sumergir los pies en un río, una fuente o una ducha fría, no lo dudes. Es una de las mejores formas de reducir la inflamación, mejorar la circulación y prevenir pequeñas lesiones. Basta con cinco minutos de agua fría, seguidos de un secado minucioso y un momento de reposo, para que tus pies lo agradezcan de verdad.
Y por la noche… mimos finales para pies agradecidos
Después de una jornada larga, los pies necesitan algo más que descanso: merecen cuidados conscientes. Una vez duchado y con el cuerpo en reposo, dedica unos minutos a hidratar la piel con una crema nutritiva. Si ha habido mucha sudoración o sensación de pesadez, puedes aplicar unas gotas de alcohol de romero o agua de hamamelis, que ayudan a activar la circulación, desinflamar y relajar la musculatura.
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